Esta tarde he vivido una nueva experiencia que me ha gustado mucho:
caminar con raquetas sobre la nieve. Un gran amigo me ha invitado a subir hasta
el balcón de las Roches d’Orvaz, cerca de Belleydoux. Hemos emprendido una
marcha, que duraría casi tres horas hasta la vuelta, por el Chemin du Facteur,
a través de bosques con abetos nevados.
Ha sido una vivencia emocionante. Sentir la naturaleza en estado
puro, pisar la nieve virgen caída estos últimos días, ir por donde nadie ha
pisado antes: encontrarse de repente en medio de la montaña, en mitad de una
naturaleza salvaje y amable a la vez, a kilómetros del lugar habitado más
cercano.
Allí arriba se puede escuchar el silencio, fundirse con el paisaje,
estar en comunión con la Madre Tierra, sentir que formamos parte de un todo, mirar
al borde del infinito, respirar hondo y aprovechar esos momentos únicos. En el
horizonte hemos divisado la Roche Fauconnière, así conocida porque tiene forma
de halcón. Sin embargo lo más impresionante Ha sido cuando el sol ha comenzado
a iluminar el mar de nubes que se extendía a nuestros pies. Impresionante, de
película, parecía que estábamos en otro planeta. Uno se queda sin palabras para describir tal belleza.
Ha sido inolvidable, precioso, sorprendente… Me considero afortunado
por poder haber llegado hasta allí para disfrutar de la belleza invernal. Me he
sentido un romántico, un caminante rodeado por un mar de niebla como en el cuadro de Caspar David Friedrich.
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